viernes, 28 de septiembre de 2012

Semillas y frutos (ideas para una convivencia)


Introducción (recibimiento a los chicos)

Nos encontramos frente a Jesús, para compartir este día, vamos a ponernos en su presencia, vamos a dejar que nuestro corazón se transforme en tierra fértil, para que sea así  debemos alimentarlo y cuidarlo, porque nuestro corazón también está expuesto a que nos invadan las malezas que ahoguen la buena semilla. Cuando dejamos que estas malezas crezcan y se desarrollen, no vivimos el verdadero amor. Nos, dejamos llevar por nuestros caprichos, egoísmos, y mentiras.

 En este encuentro   vamos a tratar con ayuda de Jesús de fortalecer el crecimiento de  las buenas semillas, que hay en el corazón de cada uno de nosotros, que es la palabra de Jesús.

Y que mejor que ponernos en manos de María nuestra madre del cielo que vivió el servicio, la oración y se confió siempre a la voluntad de Dios.


OBRITA
Elementos: alas y túnica para el ángel, ropa para un joven, cajita pequeña, dibujos de semillas en la que estarán escritos dones, virtudes y valores. Cajitas para ambientar “un almacén”.

CUENTO: “FRUTOS Y SEMILLAS”


RELATOR: Un joven soñó  que se había extraviado por los campos del Señor. Andando y andando llegó a las puertas del mismísimo paraíso.

 ¡El susto que se pegó cuando lo atendió el mismísimo san Pedro y lo dejó entrar por una puerta del costado.

¡Quedó atónito frente a lo que observaba! Justo había ingresado en una gran tienda  que contenía lo mejor del ser humano. Los mejores dones estaban a disposición de quienes transitaban por ahí: la paz , la alegría, la felicidad, la honestidad, la fraternidad, el amor, entre nosotros, entre muchos otros...

Detrás del mostrador se encontraba un amable ángel

Joven: -¿Qué venden aquí?

Ángel: Todo lo que tu corazón desee.

Joven  ¿Cobras muy caro?

Ángel: No los dones de Dios, siempre son gratuitos.

RELATOR: Sin atreverse casi a creer lo que estaba oyendo, el joven

Se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear.

JOVEN: Deseo que haya paz, perdón, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de todo temor.

RELATOR: y luego, tras un instante de vacilación añadió

JOVEN: Todo esto no lo quiero solo para mí, sino para todo el mundo. Quiero que desparezca el hambre del mundo, que terminen las guerras, quiero más justicia, tolerancia y generosidad hacia los más desprotegidos, más amor en las familias, trabajo para todos los desempleados, y más unión en la Iglesia.

RELATOR: Y así continuó con un largo listado. Mucho se sorprendió el joven cuando observó que el ángel, de todo lo que le había pedido, le había hecho un solo paquete, tan pequeño como el tamaño de su corazón...

JOVEN: ¿Será posible? ¿Esto es todo?

RELATOR : Y el ángel pacientemente le explicó

ÁNGEL: ¡Dios nunca da frutos maduros! Él sólo da pequeños semillas que cada uno debe cultivar...

Reflexión sobre el cuento a cargo del ángel.


Trabajo en grupo (responder las siguientes preguntas)

¿Si tuvieras que elegir 10 semillas de la tienda, cuáles elegirías?, ¿Cómo las cultivarías en tu corazón, en la escuela, en casa, con los amigos, etc.?
¿Qué malezas encontramos en el mundo de hoy que ahogan la buena semilla y no la dejan crecer?

¿Qué cosas preferimos ante que Jesús? ¿Por qué la buena semilla no hecha raíz, cuáles son las durezas las piedras que no la dejan crecer? ( las cosas “negativas” escribirlas en figuras de piedras espinas y malezas)

Puesta en común, reflexión, explicación
Leemos la parábola del sembrador.Lo comentamos y relacionamos con lo  anterior.
Presentamos un corazón triste y opaco, vemos laminas de paisajes tristes con malezas, piedras basura, etc.

Música de fondo triste y sombría.
Colocamos las malezas piedras etc., que surgieron del trabajo anterior.

Entregamos a los niños flores (de cartulina) para que coloquen un propósito concreto de ser tierra fértil, de escuchar la palabra, de seguir a Jesús, de no dejar crecer la maleza. Tapar el corazón con esas flores ponerlo junto a la lamina de Jesús sembrador, concluir con un canto alegre.Y una oración.
El almacén con las semillas y angel con guitarra

                                                                                   Puesta en común del trabajo en grupo


Trabajo final

viernes, 14 de septiembre de 2012

Un cuento de Poldy, muy acorde a este blog...

Poldy Bird es una escritora maravillosa, durante la escuela primaria leí algunos cuentos de ella en mi libro de lectura ya que ella es nacida en Entre Ríos y yo soy de la misma provincia, luego en la adolescencia leí todos sus libros y cuentos, los transcribí a mis carpetas, los coleccioné de una revista que los publicaba y finalmente, ya casada la conocí en la feria del libro, me emocioné y ella muy calida me tomo la tomó la mano y me firmó un autografo....pensando en este blog comencé a recordar esta reflexión de ella...pasen y deleitense...

La casa es la familia que está adentro.
No es la puerta de entrada,las paredes,los muebles,las alfombras.
No es la silla que falta o la cortina que todavía no pudo ser comprada.
No es el cairel,la lámpara,el adorno.
Es una risa recibiendo al que llega.
Es una mano extendiendo el mantel y repartiendo el pan.
Es el sonido al descorchar una botella.
Es una vos amiga que te dice:"Quedate un rato más a conversar".
Es un ramo de flores en la sala.
Es una plante verde en el balcón.
Es un rosal en el jardín del fondo.
La casa no es un escenario,un muestrario de cosas para que vean los otros.
Es...un clima de paz,una zona neutral en la batalla diaria de la calle,del trabajo y la vida.
Es "escucha este cd",es todo está para usar,para servirnos".
¿Te acordás de la casa aquella amiga de la infancia donde jugabas sin que nadie decretara "ese sillón es para las visitas"?
Bueno,algo así es la casa.
La casa tiene alma:ese poco de alma que le regala cada uno de los que la habitan.
Por eso,cuando entro en una casa tan sólo me doy cuenta de su calor humano-para mí,su única riqueza-que es lo que me hará volver:la gente,la gente que allí dentro me da su corazón,me da su mano.
A.M.D.G.
Hasta la proxima

Otro texto inspirador

 EL SECRETO DE NAZARET (tomado de Catholic.net)

A. Canto y saludo inicial
B. Invocación del Espíritu Santo
C. Lectura de la Palabra de Dios

11Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12Pero a todos los que la recibieron
les dio poder de hacerse hijos de Dios:
a los que creen en su nombre (Jn 1, 11-12).

40El niño crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría; y la gracia de
Dios estaba sobre él.
41Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la
fiesta […]

51Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba todas estas cosas en su corazón. 52Jesús crecía en sabiduría,
en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 40-41.51-52).


D. Catequesis bíblica

1.
Vino a los suyos. ¿Por qué la familia debe elegir un estilo de vida? ¿Cuáles son los nuevos estilos de vida para la familia de hoy en relación al trabajo y la fiesta? Dos pasajes bíblicos describen el modo con el cual Jesús nuestro Señor vino entre nosotros (Jn 1, 11- 12) y vivió en una familia humana (Lc 2, 40-41.51-52).

El primer texto nos presenta a Jesús que habita en medio de su gente: «Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios: a los que creen en su nombre». La Palabra eterna sale del seno del Padre, viene entre su gente y entra en una familia humana. El pueblo de Dios, que hubiera debido ser el seno que acogiera al Verbo, se muestra estéril. Los suyos no lo acogen, es más, lo quitan de en medio. El misterio del rechazo de Jesús de Nazaret se sitúa en el corazón de su venida entre nosotros. Pero a los que lo acogen «les dio poder de hacerse hijos de Dios». Al pie de la cruz, Juan ve realizado lo que proclama al inicio de su Evangelio. Jesús, «viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba» (Jn 19, 26), entrega a la madre el nuevo hijo y encomienda la madre al discípulo amado. El evangelista comenta: «y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (19, 27). He aquí el «estilo» que Jesús nos pide para venir entre nosotros: un estilo capaz de acoger y engendrar.

Jesús pide que la familia sea lugar que acoge y genera la vida en plenitud. Esta no da sólo la vida física, sino que abre a la promesa y a la alegría. La familia es capaz de «acoger» si sabe preservar la propia intimidad, la historia de cada uno, las tradiciones familiares, la confianza en la vida, la esperanza en el Señor. La familia es capaz de «engendrar» cuando hace circular los dones recibidos, cuando custodia el ritmo de la existencia cotidiana entre trabajo y fiesta, entre afecto y caridad, entre compromiso y gratuidad. Este es el don que se recibe en la familia: custodiar y transmitir la vida, en la pareja y a los hijos.

La familia tiene su ritmo, como el latido del corazón; es lugar de descanso y de impulso, de llegada y de partida, de paz y de sueño, de ternura y de responsabilidad. La pareja debe construir el clima antes de la llegada de los hijos. La casa no puede quedar desierta a causa del trabajo, sino que la familia deberá aprender a vivir y a conjugar los tiempos del trabajo con los de la fiesta. A menudo deberá hacer frente a presiones externas que no consienten elegir el ideal, pero los discípulos del Señor son aquellos que, viviendo en las situaciones concretas, saben dar sabor a cada cosa, incluso a lo que no se logra cambiar: son la sal de la tierra. Especialmente, el domingo debe ser tiempo de confianza, de libertad, de encuentro, de descanso, de compartir. El domingo es el momento del encuentro entre hombre y mujer. Sobre todo es el Día del Señor, el tiempo de la oración, de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la apertura a la comunidad y a la caridad. Y así, también los días de la semana recibirán luz del domingo y de la fiesta: habrá menos dispersión y más encuentro, menos prisas y más diálogo, menos cosas y más presencia. Un primer paso en esta dirección es ver cómo habitamos la casa, qué hacemos en nuestro hogar. Es preciso observar cómo es nuestra morada y considerar el estilo de nuestro habitar, las decisiones que hemos tomado, los sueños que hemos cultivado, los sufrimientos que vivimos, las luchas que sostenemos, las esperanzas que albergamos.

2. El secreto de Nazaret. En esta aldea de Galilea, Jesús vive el período más largo de su vida. Jesús se hace hombre: con el paso de los años atraviesa muchas de las experiencias humanas para salvarlas todas: se hace uno de nosotros, entra en una familia humana, vive treinta años de absoluto silencio que se convierten en revelación del misterio de la humildad de Nazaret.

Las palabras que abren el pasaje delinea con pocos rasgos el «secreto de Nazaret». Es el lugar para crecer en sabiduría y gracia de Dios, en el contexto de una familia que acoge y engendra. «El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él». El misterio de Nazaret nos dice de modo sencillo que Jesús, la Palabra que viene de lo alto, el Hijo del Padre, se hace niño, asume nuestra humanidad, crece como un muchacho en una familia, vive la experiencia de la religiosidad y de la ley, la vida cotidiana marcada por los días de trabajo y por el descanso del sábado, el calendario de las fiestas. El «hijo del Altísimo» hace experiencia de la fragilidad y de la pobreza, es acompañado por los pastores y por personas que expresan la esperanza de Israel. Pero el misterio de Nazaret es mucho más: es el secreto que ha fascinado a grandes santos, como Teresa de Lisieux y Charles de Foucauld.

En efecto, las frases que cierran el episodio dicen que Jesús «bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús crecía en sabiduría, en estatura (madurez) y en gracia ante Dios y ante los hombres». He aquí el misterio profundo de Nazaret: Jesús, la Palabra de Dios en persona, penetró en nuestra humanidad durante treinta años. Las palabras de los hombres, las relaciones familiares, la experiencia de la amistad y de la conflictividad, de la salud y de la enfermedad, de la alegría y del dolor se convierten en lenguajes que Jesús aprende para decir la Palabra de Dios. De dónde vienen, si no es de la familia y del ambiente de Nazaret, las palabras de Jesús, sus imágenes, su capacidad de mirar los campos, el campesino que siembra, la mies rubial, la mujer que amasa la harina, el pastor que ha perdido a su oveja, el padre con sus dos hijos. ¿Dónde aprendió Jesús su sorprendente capacidad de contar, imaginar, comparar, rezar en la vida y con la vida? ¿No vienen acaso de la inmersión de Jesús en la vida de Nazaret? Por esto decimos que Nazaret es el lugar de la humildad y del ocultamiento. La Palabra se esconde, la semilla baja al centro de la tierra y muere para dar como don el amor mismo de Dios, es más, el rostro paterno de Dios. Este es el misterio de Nazaret.

3. Los vínculos familiares. Jesús vive en una familia marcada por la espiritualidad judía y por la fidelidad a la ley: «sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Cuando cumplió los doce años, subieron como de costumbre a la fiesta». La familia y la ley son el contexto en el cual Jesús crece en sabiduría y gracia.

La familia judía y la religiosidad judaica, una familia patriarcal y una religión doméstica, con sus fiestas anuales, con el sentido del sábado, con la oración y el trabajo diario, con el estilo de un amor de pareja puro y tierno, permiten comprender que Jesús vivió a fondo su familia.

También nosotros crecemos en una familia humana, dentro de vínculos de acogida que nos hacen crecer y responder a la vida y a Dios. También nosotros llegamos a ser lo que hemos recibido. El misterio de Nazaret es el conjunto de todos estos vínculos: la familia y la religiosidad, nuestras raíces y nuestra gente, la vida cotidiana y los sueños para el mañana. La aventura de la vida humana parte de lo que hemos recibido: la vida, la casa, el afecto, la lengua, la fe.

Nuestra humanidad la forja una familia, con sus riquezas y sus miserias.


E. Escucha del Magisterio

La vida de familia conlleva un estilo singular, nuevo, creativo, que hay que vivir y saborear en la pareja y transmitir a los hijos a fin de que transforme el mundo. El estilo evangélico de la vida familiar influye dentro y fuera del ámbito eclesial, haciendo brillar el carisma del matrimonio, el mandamiento nuevo del amor a Dios y al prójimo. De modo sugestivo, Familiaris Consortio n. 64 nos exhorta a redescubrir un rostro más familiar de Iglesia, adoptando «un estilo de relaciones más humano y fraterno».

Estilo evangélico de la vida en familia

Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio por todo hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.

Esto debe ser así, ante todo, dentro y a favor de la pareja y de la familia, mediante el compromiso diario de promover una auténtica comunidad de personas, fundada y alimentada por la interior comunión de amor. Esto debe desarrollarse después dentro del ámbito más vasto de la comunidad eclesial, en la cual la familia cristiana está insertada: gracias a la caridad de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más doméstica, es decir, más familiar, adoptando un estilo más humano y fraterno de relaciones.

La caridad va más allá de los hermanos de fe, porque «cada hombre es mi hermano»; en cada uno, sobre todo si es pobre, débil, sufre y se le trata injustamente, la caridad sabe descubrir el rostro de Cristo y un hermano al que hay que amar y servir.

Para que la familia viva el servicio del hombre según el estilo evangélico, será necesario poner en práctica con todo cuidado lo que escribe el Concilio Vaticano II: «Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da» (AA 8).
[Familiaris Consortio, 64]


F. Preguntas para la pareja de esposos y para el grupo

PREGUNTAS PARA LA PAREJA DE ESPOSOS


1.-¿Nuestra familia es un lugar que acoge y engendra la vida en plenitud en las distintas dimensiones humanas y cristianas?

2.-¿Qué decisiones tomamos para que la familia sea espacio para crecer en sabiduría y gracia de Dios?

3.-¿Qué tipo de vínculos familiares, afectivos, religiosos, alimentan el crecimiento de la pareja y de los hijos?

PREGUNTAS PARA EL GRUPO FAMILIAR Y LA COMUNIDAD

1.-¿Cuáles son los nuevos estilos de vida para la familia de hoy entre trabajo y fiesta?

2.-¿Qué opciones y qué criterios guían nuestra vida diaria?

3.-¿Qué dificultades comunicativas y sociales se deben afrontar para hacer de la familia un lugar de crecimiento humano y cristiano?

4.-¿Cuáles son las dificultades culturales que se encuentran a la hora de transmitir las formas de la vida buena y de la fe?

G. Un compromiso para la vida familiar y social

H. Preces espontáneas. Padre Nuestro.

Para qué nace este blog...

Desde que se realizó el encuentro mundial de familias, quedé anonadada con el lema "la familia, lugar de fiesta, trabajo y perdón" pero lo que mas me impactó, fue unir la familia a la fiesta, pero no en sentido de diversión sino en un profundo sentido que se desarrolla en el extenso articulo que  pongo aquí abajo y vale la pena leer y degustar con tranquilidad casi en clima de oración...
También porque tenemos un grupo de matrimonios que aún no tiene claro y allanado el rumbo, intentamos ser un grupo de oración, luego de formación, también de acción para ocasiones especiales como acontecimientos pro vida, fiestas patronales...en todos los casos con los hijos presentes pero no integrados, entonces es donde yo creo está la clave de nuestra misión, deberíamos ser un grupo de familias, mas que de matrimonios, seguros de querer crecer en la fe cristiana, junto a nuestra familia y a la comunidad, personalmente he visto blogs con experiencias familiares impresionantes que nos servirán de inspiración para ir perfilando nuestra vocación en forma más concreta, compartir la fe nos compromete y requiere oración y acción, veremos por donde nos lleva el Espíritu Santo...
Este blog nace para compartir la fiesta inigualable de ser familia...

El trabajo y la fiesta
Logo_Fam_Mi_home_thumbAsí llegamos a la fiesta, un tema que por desgracia no es típicamente económico, aunque sí muy importante para la vida económica. Si el ser humano es un animal social y simbólico, la vida humana necesita también la fiesta; y mientras trabajar sea vivir, también el trabajo necesita y necesitará siempre la fiesta. Por eso hoy la economía y el trabajo deben reconciliarse también con la fiesta.
El esfuerzo y el trabajo humano no son enemigos de la fiesta ni del domingo, nunca lo han sido. Sus verdaderos adversarios son los estilos de vida basados en el consumo y en la búsqueda del beneficio y la renta, que terminan por someter a los trabajadores robándoles tanto el domingo como la fiesta. Quienes viven y aman el trabajo, también viven y aman la fiesta y sus tiempos.
La economía capitalista no entiende la fiesta por los mismos motivos por los que no entiende el don auténtico: la fiesta es esencialmente un asunto de gratuidad y de relaciones. Me limitaré a decir algunas cosas sobre la fiesta en el trabajo, aunque podrían decirse muchas cosas sobre el valor de la fiesta en sí misma, en la familia, en la iglesia y en la vida civil.
Pero ¿qué es la fiesta? Su etimología viene de la misma raíz que feria (arcaico fesia), los días de feria, días laborables (esto ya debería resultar muy expresivo para el razonamiento que estamos haciendo sobre el trabajo y la fiesta). Según otra interpretación, derivaría del griego banquete, pero un banquete en el que se acoge a los invitados (si no hay al menos un invitado la fiesta no es plena). En particular, la festia era el hogar, que tiene relación con el sánscrito vastya: casa. Así pues, la fiesta tiene que ver con el trabajo y con la casa.
También es interesante la diferencia entre el significado de la fiesta y el de la diversión, una palabra que viene del latín “divergere”, es decir dirigir la mirada hacia otro lado. Mientras que existe una sinergia y una amistad entre los ámbitos de la fiesta, la familia y el trabajo, la diversión es mirar hacia otro lado, sobre todo distraerse del trabajo, pero también de la familia y de las relaciones.
La economía capitalista y consumista conoce y necesita la diversión (pensemos en el negocio que genera), pero tiene miedo de la verdadera fiesta, no la entiende, porque la fiesta es cosa de relaciones no instrumentales y de gratuidad (casa y hogar), dos categorías extrañas y ausentes de la actual ciencia y praxis económica, porque son experiencias subversivas para cualquier poder. Al no entender la fiesta, tampoco entiende la feria, el trabajo, como ya he dicho. Aunque es cierto que existe una distinción entre trabajo y fiesta y es importante preservar los lugares y sobre todo los tiempos y los días de fiesta, aún es más importante recordar que en estos tiempos de carestía de la verdadera fiesta existe una enorme indigencia de fiesta dentro del mundo del trabajo y la economía. El traje de fiesta debe ser también el traje limpio del trabajo.
Pensemos, por poner un ejemplo de la vida diaria, lo importante que es en las empresas celebrar los cumpleaños, las bodas, las cenas juntos, las enfermedades superadas y sobre todo el nacimiento de los niños: son ritos esenciales en todo lugar humano. En todas las civilizaciones, según nos dicen los antropólogos, los ritos sirven para crear vínculos, para consolidar la pertenencia a un cuerpo, para sentir que hay en común algo más profundo que los contratos o los intereses. Por eso, una señal clara y fuerte de que se está deteriorando la calidad de las relaciones en un lugar de trabajo es cuando empiezan a descuidarse y olvidarse los nacimientos, las bodas, los ascensos, las cenas en Navidad o en otros momentos fuertes del año. Un verdadero empresario, por ejemplo, sabe por instinto que lo último que debe recortar, incluso en tiempos de crisis, son los regalos de Navidad a los empleados, porque si recorta esos costes empieza a recortar el capital inmaterial del que después carecerá o será muy frágil, precisamente en los momentos difíciles de las crisis. Muy distinta es la situación, que conozco personalmente, en la que el empresario comparte con todos sus empleados la crisis que está viviendo y son los mismos empleados quienes proponen recortar esos costes en regalos. En tal caso, la herida del recorte se convierte en una bendición porque hace crecer el vínculo social. Pero estas cosas ocurren cuando los empleados ven que durante la crisis también el empresario hace, como ellos, una experiencia de pobreza y gracias a ello puede surgir la fraternidad entre todos que exige esa igualdad que las crisis pueden crear. Los seres humanos, sobre todo cuando trabajan, necesitan mucho más que dinero para dar lo mejor de ellos mismos. La fiesta refuerza estos vínculos más fuertes que los contratos, porque es expresión del registro simbólico de los pactos. El puesto de trabajo es un lugar humano donde se sufre y se disfruta no sólo para obtener el salario, sino para dar sentido a nuestra presencia en el mundo, a nuestra vida de años en ese lugar y con esas relaciones.
¿Qué más diré sobre la fiesta? Me referiré brevemente a tres aspectos para después ir a la conclusión.
a) La fiesta tiene necesidad del trabajo, no solo porque, como he tratado de sugerir, la dimensión de la fiesta es inherente a un trabajo verdaderamente humano y ético, sino también porque los tiempos del trabajo marcan los ritmos de la fiesta y viceversa. De aquí se deriva una consecuencia que considero muy relevante, incluso políticamente: cuando uno está en paro o sub-ocupado, no sólo pierde el trabajo sino también la fiesta, ya que la fiesta sin trabajo nunca es verdadera y plena fiesta, para la persona y para la familia. Y viceversa. Cuando quien trabaja no conoce la fiesta, deja de trabajar para hacer la experiencia del esclavo, aunque esté muy bien pagado. En cambio, cada vez es más normal que las grandes empresas capitalistas contraten jóvenes, con un sueldo excelente, automóvil de lujo y promesas de una fulgurante carrera, pero a un precio (invisible pero muy real) demasiado alto: renunciar a los tiempos de la fiesta y, a la larga, a los tiempos de la vida. Cuando no se respetan los tiempos de la fiesta y por ello los de la familia y la vida, tal vez dejando espacio sólo a la diversión, en estos trabajadores se van secando poco a poco los pozos de los que se extrae la energía para el trabajo, y se encuentran, pocos años después, exprimidos y exhaustos como personas y como trabajadores. Es muy urgente crear nuevos trabajos y proteger también institucionalmente a los más frágiles (en tiempos de crisis hay que fortalecer, no debilitar, la tutela del trabajo, porque en estos momentos la gente necesita señales simbólicas de confianza pública), entre otras cosas porque creando trabajo sostenible se crea también la posibilidad de la fiesta. Es elocuente que, ante la crisis, los gobiernos cada vez tengan más tentaciones de quitar los días de fiesta y a veces (como en Portugal) lo consiguen.
b) La fiesta, además, es uno de los momentos en que, tanto en la familia como en el mundo del trabajo, se da valor a las personas que durante la actividad laboral son menos valoradas: personas menos eficientes pero con talentos artísticos y relacionales; o, en el ámbito familiar, los niños, que no solo son en muchas ocasiones el motivo de la fiesta sino también sus principales protagonistas. Por otra parte, la fiesta es indispensable en los momentos de crisis, como nos recuerda también la gran cultura bíblica, ya que en los momentos de la prueba (en el trabajo y en la familia) la fiesta vuelve a alentar las ganas de vivir y de luchar juntos. Por eso, en las cooperativas y en la economía social, civil y de comunión, por ejemplo, se organizan muchas fiestas, porque éstas nacen de la fraternidad que ya existe y la recrean y fortalecen. Por eso la fiesta no es verdadera si durante la fiesta seguimos prisioneros de roles, estatus y jerarquías.
c) La fiesta necesita tiempo y eso lo saben bien quienes organizan fiestas en casa, o también en la parroquia y en las comunidades y lugares de trabajo. La fiesta, cuando es verdadera fiesta, no puede comprarse, sino en una mínima parte, en el mercado; hay que autoproducirla. La fiesta se produce y se consume juntos. Por eso exige trabajo, porque una buena fiesta hay que prepararla, vivirla; lleva trabajo y en las comunidades tradicionales sobre todo trabajo femenino. En mi familia la forma de la fiesta del domingo era distinta para los hombres y para las mujeres. Las mujeres trabajaban más en las fiestas, pero no por eso dejan de vivir la fiesta, aunque lo hicieran de forma distinta; vivían la fiesta también trabajando. Hoy en las familias se celebra poco, entre otras cosas, porque ya no puede ser solamente la mujer – que no cuenta con la ayuda de otras mujeres, como en las comunidades tradicionales – la que trabaje para la fiesta. Solamente un trabajo y una preparación compartidos entre hombres y mujeres harán que la fiesta hoy sea sostenible y no demasiado escasa.

Conclusiones

Concluyamos. La familia no presta hoy un buen servicio a la economía consumiendo más, sino consumiendo menos, es decir consumiendo menos mercancías y creando más bienes: más bienes relacionales, bienes espirituales, bienes de proximidad que, además, son bienes esenciales para la recuperación y el desarrollo económico.
Hoy la familia debe lanzar, con la vida pero también con las palabras, mensajes concretos al mundo de las instituciones. Quiero reseñar tres de estos mensajes:
1. Los bienes económicos no siempre son buenos. Las familias conocen por vocación natural y porque lo experimentan en su propia carne y en su propia alma, los grandes fracasos espirituales, sociales y económicos que está produciendo un consumismo que llena con mercancías el vacío de relaciones. Hoy hay muchas, demasiadas, pobrezas y tragedias debidas a la indigencia de relaciones, que se intenta llenar con el juego, loterías, alcohol, televisión y comida (para adultos y cada vez más para niños). Las familias y las asociaciones familiares deberían luchar por una moratoria de la publicidad dirigida directamente a los niños (en los últimos 20 años la facturación de la publicidad para niños ha aumentado en Europa más de 100 veces; los niños son demasiado valiosos para dejarlos en manos de los mercaderes con ánimo de lucro), pero también de la publicidad de los juegos de azar (es muy preocupante la difusión de loterías, apuestas y juegos on-line, un fenómeno - el regreso de la diosa pagana “fortuna” – que cuenta con la complicidad y connivencia de los gobiernos, que mina de raíz el humanismo cristiano y occidental que nació afirmando que “la virtud supera a la fortuna”). Batallas civiles que no pueden delegarse enteramente en la política y en las leyes, sino que deben ser sostenidas desde abajo por las familias, premiando a las empresas y a quienes realizan gestos virtuosos (tal vez con una marca de calidad otorgada por asociaciones familiares), que después pueden extenderse a más amplia escala.
2. “No tienen vino”: la familia dice y recuerda que se vive mal e incluso se muere no sólo por falta de pan, sino también por carestía de “vino”, es decir de fiesta. Esta es, tal vez, otra de las muchas enseñanzas del gran relato evangélico de las “Bodas de Caná”, donde Jesús realiza su primer milagro precisamente durante una fiesta de bodas (fiesta, familia y trabajo), y lo hace porque faltaba algo que muchos pueden considerar superfluo, al no ser el vino un bien de primera necesidad. Pero para la fiesta hace falta también vino y para la vida hace falta fiesta, familia y trabajo: esto lo sabía y lo sabe bien la cultura campesina y artesana. La familia sabe que también cuando se viven momentos de pobreza y de crisis, la fiesta (el “vino”) es indispensable, no menos que el pan, para encontrar cohesión espiritual y fuerza moral para seguir viviendo, para realizarse y volver a ponerse en camino. Sólo superaremos las crisis, incluida esta crisis económica y social, si sabemos volver a aprender a hacer fiesta, es decir volver a encontrar las ganas de vivir y crecer juntos, el sentido de pertenencia a un destino común, el entusiasmo, que es la principal energía de las empresas y del mundo del trabajo.
3. Para terminar, un tercer mensaje fuerte que las familias deben dirigir al mundo y a la economía actual, enferma de consumismo, hace referencia a la pobreza. La pobreza es al mismo tiempo una plaga de la humanidad (cuando no es elegida sino causada por otros o por las circunstancias de la vida), pero es también una palabra del evangelio y por lo tanto también un camino de felicidad y florecimiento humano, cuando es libremente elegida, cuando la pobreza se declina como sobriedad y como renuncia al dominio de las mercancías y del dinero por la libertad de los bienes relacionales y espirituales y de la gratuidad. El consumismo es cada vez más un estilo de vida, casi una religión, que seca en las personas las fuentes de la transcendencia, de la vida interior. Las familias conocen las tragedias de la pobreza, pero también conocen la bienaventuranza de la sobriedad, la belleza de no tenerlo todo inmediatamente, la importancia no sólo del “ya” sino también del “todavía no”. Por eso deben hacer todo lo posible, incluso juntas, incluso políticamente, para derrotar la miseria y la indigencia de muchas familias (los datos nos dicen que la miseria en el mundo la sufren sobre todo los niños y las mujeres), que hoy están aumentando de nuevo en el corazón de las sociedades opulentas. Hay que luchar contra las muchas formas de pobreza, pero no para optar por un estilo de vida consumista sino para poder elegir, libremente, una vida sobria y de comunión. Hay que recordar que la primera y más eficaz manera de derrotar la miseria y la exclusión es creando trabajo. Esta es también la vocación cívica y moral e la empresa y del empresario. Sobre el valor de la pobreza elegida, pensemos también en los niños. Los niños que no aprenden esta libertad y esta pobreza “buena” (y los adultos que no la aprenden y enseñan cada día), es decir los que no son ni siquiera un poco pobres porque lo tienen todo ya, pierden el deseo y la capacidad de sorprenderse. Les roban la infancia, aunque estén rodeados de cosas y de consumo (precisamente por eso), porque la infancia es el tiempo del deseo y de las sorpresas, que después alimentarán los sueños y los proyectos generativos de la vida laboral adulta. La fiesta necesita, al igual que el don, de una cierta pobreza, ya que si siempre es fiesta, termina por no ser fiesta nunca. La pobreza, la falta de algo (no de todo) hace que la fiesta sea fiesta porque es esperada, porque en ella llegan regalos que llenan, al menos en parte, esa indigencia. Sólo esta bella pobreza del evangelio genera y alimenta el deseo, que es la energía de la vida: “Muchacho gracioso, esta edad tuya, florida, es como un día de alegría lleno, día claro, sereno, que precede a la fiesta de tu vida” (Giacomo Leopardi, El sábado de la aldea).